24 julio 2012

Relacion de pareja


Nuestra neurosis en las relaciones se deriva generalmente de que tenemos un programa preestablecido para la otra persona, o para la relación como tal. No es misión nuestra tratar de convertir una relación en lo que nosotros creemos que debería ser.

 El ego intenta usar una relación para satisfacer nuestras necesidades tal como nosotros las definimos.

 Amamos con pureza cuando permitimos a los demás que sean como son. El ego busca la intimidad mediante el control y la culpa. En la relación sana la relación se establece basándose en la aceptación y la liberación. No se procura cambiar a los demás, sino más bien ver qué hermosos son ya.

 Lo que nos hace sufrir en una relación es nuestra incapacidad de aceptar a la gente exactamente tal  como es.

 El ego no es el lugar donde somos malos, sino donde nos sentimos heridos.

La relación sagrada es un contexto donde nos sentimos lo suficientemente seguros para ser nosotros mismos, sabiendo que nuestra oscuridad no será juzgada, sino perdonada. De esta manera se nos sana y se nos deja en libertad de adentrarnos en la luz de nuestro ser auténtico. Estamos motivados para crecer. Una relación sana es un estado mental común, donde ambos gustosamente le entregan sus errores a la corrección, de manera que los dos puedan ser felizmente sanados cual uno solo.

 La intimidad de un amor romántico, sin embargo, es como un curso de licenciados universitarios para doctorarse en amor, cuando muchos apenas si hemos salido de la escuela primaria.

 El amor puro no pide otra cosa que paz para el otro, porque sabe que solo de ea manera podemos estar en paz nosotros mismos.

 El puro amor hacia otra persona es el restablecimiento de la línea de comunicación del corazón.  Por lo tanto, el ego se le opone con todas sus fuerzas. Hará todo lo que pueda para bloquear, de la forma que sea, la vivencia del amor.

 La gente se pregunta cuándo encontrará a su alma gemela, pero rogar porque aparezca la persona adecuada no sirve de nada si no estamos preparados para recibirla. La idea de que hay una persona perfecta, sólo que todavía no ha llegado, es uno de nuestros principales bloqueos.

 Nuestra vulnerabilidad al mito de la persona "adecuada" nace de nuestra glorificación del amor romántico. El ego usa este amor para sus fines "especiales", llevándonos a poner en peligro nuestras relacionas al sobrevalorar su contenido romántico.

 Nuestra tarea no es buscar el amor; es buscar todas las barreras que oponemos a su llegada. Buscamos "desesperadamente" el amor, pero esa misma desesperación hace que lo destruyamos cuando lo tenemos.
 Buscar la persona "adecuada" no lleva más que a la desilusión, porque no existe. Y no hay persona adecuada porque no hay persona inadecuada. Hay quien quiera que esté frente a nosotros, y las lecciones perfectas que podemos aprender de esa persona.

 A veces no llegamos a cultivarnos en las relaciones que tenemos ahí, frente a nosotros, porque pensamos que "la vida real" se inicia cuando "él" o "ella" llega. Esto no es, nuevamente, más que una treta del ego, para asegurarse de que busquemos pero no encontremos. A veces la persona esta al lado nuestro, pero nosotros no estamos listos. No nos hemos preparado porque estábamos esperando a la persona adecuada.

 Nada sucede fuera de nuestra mente. La forma en que parece que una persona se nos muestra está íntimamente vinculada con la forma en que nosotros optamos por mostrarnos a ella. He aprendido que mis respuestas más productivas en las relaciones no se dan cuando me concentro en los detalles referentes a otra persona, sino cuando me esfuerzo en desempeñar mi propio papel en la relación en el nivel más alto de que soy capaz.

 Nadie es siempre maravilloso. Nadie es siempre sexy. Pero el amor es una decisión. Esperar a ver si alguien nos gusta lo suficiente es pueril, y no puede menos que hacer que la otra persona se sienta, en algún nivel, como si estuviera haciendo una prueba para conseguir el papel. Las personas adultas brindamos apoyo a la gente para que sea atractiva. Parte del trabajo sobre nosotros mismos, con el fin de prepararnos para una relación profunda, es aprender cómo apoyar a otra persona para que sea lo mejor que puede ser.  Cada uno de los miembros de una pareja ha de desempeñar un papel sacerdotal en la vida del otro. Han de ayudarse el uno al otro a tener acceso a las partes más elevadas de sí mismos.

 Para la gente, el amor es lo mismo que el agua para las plantas.

 Examinar el pasado puede ayudar a que veamos más claramente muchos de nuestros problemas, pero la sanación no se produce en el pasado, sino en el presente. En cada momento tenemos una ocasión de cambiar nuestro pasado y nuestro futuro, reprogramando el presente. No se llega a la luz investigando eternamente la oscuridad.

 Ayudamos a los demás a acceder a lo más elevado que tienen si accedemos nosotros a lo más elevado que tenemos.

 En cualquier situación, lo único que puede faltar es lo que tú no has dado.

 Creemos que queremos entender a la gente para ver si son dignos o no de nuestro amor, pero en realidad, hasta que no los amamos, no podemos entenderlos. Lo que no se ama no se entiende. Nos mantenemos aparte de los demás y esperamos que ellos se ganen nuestro amor, pero las personas merecen nuestro amor solo por el hecho de ser como Dios las creó. Mientras esperamos que sean mejores, nos veremos constantemente decepcionados. Sólo cuando optemos por unirnos a los demás, aprobándolos y amándolos incondicionalmente, se produce de repente el milagro para ambas partes. En las relaciones, esta es la clave principal, el milagro decisivo.

 Una buena relación no es siempre miel y rosas. Es un proceso de nacimiento, a menudo doloroso, con frecuencia confuso.

 El hecho de que dos personas tengan una "relación espiritual" no significa necesariamente que estén siempre sonriéndose. Para mi, "espiritual" significa, ante todo, auténtico.

 Es mucho mejor comunicar nuestros sentimientos que reprimirlos. El enojo suele ser el resultado de una serie de sentimientos no comunicados que se nos amontonan dentro hasta que por fin estallan. En una relación sana, forma parte del compromiso expresar sincera y asiduamente nuestros sentimientos y apoyar a nuestra pareja para que pueda hacer lo mismo. Es tanto lo que así se va comunicando a lo largo del camino que disminuye la probabilidad de que se vaya acumulando el resentimiento en el interior de uno u otro de los miembros de la pareja.

 Debemos trabajar con lo que tenemos. Si el enojo emerge, aceptémoslo. Si creemos que nuestra pareja no nos amará si nos enojamos, dejamos de ser sinceros y la relación está indudablemente condenada al fracaso.
 No hay que apresurase tanto a poner el rótulo de enojo a un estallido emocional. Es una liberación de energía que no hay que considerar como una emoción negativa o "no espiritual".

 Por otro lado, el mero hecho de que alguien no exprese su rabia no quiere decir que no la sienta. A la rabia vuelta hacia afuera se la llama rabia. A la rabia vuelta hacia adentro se la llama úlcera, cáncer, etc.
 Las verdaderas relaciones exigen una comunicación sincera, por más dolorosa que sea y por más miedo que cause. Las relaciones solo pueden funcionar y crecer positivamente si se experimenta una comunicación que se ha dado y se ha recibido totalmente.

 Fuente: libro Volver al Amor
Marianne Williamson

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